Reencuentro

Raquel pidió un café con leche y se dispuso a esperar. Era invierno, y en las calles de Granada hacía mucho frío, pero el interior de la cafetería estaba caldeado. Los abrigos de los otros clientes se apilaban en los respaldos de sus sillas, formando montañas de paño y lana.

Cinco minutos más tarde, se le acercó un hombre de sonrisa tímida y la llamó por su nombre. Aunque no lo reconoció, enseguida supo que era la persona a quien estaba esperando. Se saludaron cariñosamente con dos besos y tomaron asiento.

Mientras intercambiaban las frases de rigor entre dos personas que hace mucho tiempo que no se ven, Raquel escudriñaba el rostro de su interlocutor. Era una cara de facciones finas pero muy masculinas. Jaime era rubio, aunque tenía el pelo más oscuro que cuando se conocieron, y presentaba unas pronunciadas entradas. Tenía barba. Su tono de voz era grave. Cuando sonreía, alrededor de sus ojos se dibujaba un abanico de finas arrugas.

Jaime había sido su primer amor, la persona que le había dado el primer beso, pero en aquel entonces no se llamaba Jaime, sino Cristina. De aquello ya habían pasado veinte años, y no se habían visto desde entonces. Se habían reencontrado gracias a una red social de Internet.

Raquel trataba de buscar en el rostro del hombre que tenía delante algún rastro de la muchacha que había conocido tiempo atrás, pero era como si hubiese sido eliminada de aquel cuerpo de forma deliberada, metódica e implacable. Tal vez Jaime había usurpado por completo el cuerpo y el alma de Cristina, dejando de ella tan solo los recuerdos.

Fue al mirarle a los ojos cuando por fin logró reencontrarse con su viejo amor de la adolescencia. Tenía la misma expresión aguda, inteligente y un poquito sorprendida que ella había conocido veinte años atrás. Suspiró aliviada.

Hablaron de los viejos tiempos, de por qué se les acabó el amor. En aquel entonces ambos habían sufrido mucho, pero ya daba igual. Ahora podían hablar de ello tranquilamente y sin rencor. Hasta podían reírse. Sin embargo, había algo que aún después de tanto tiempo inquietaba a la Raquel.

– Siempre quise tocar tu pecho y tu espalda, pero nunca te quitabas aquella venda tan apretada, que no se ni cómo podías respirar. Me habría gustado abrazarte, acariciarte, besarte… haber estado solos, tú y yo, sin esa horrible venda de por medio.

Jaime levantó la mirada, recordando el pasado, y su expresión se volvió pensativa. Raquel acababa de tocar un punto sensible en su interior.

– No podía hacer otra cosa – dijo al fin -. Odiaba tanto mi cuerpo… me avergonzaba tanto, que no soportaba la idea de que nadie me viese desnudo. Ni siquiera me podía mirar yo mismo en un espejo… Después me hice la mastectomía y ya no necesito vendas.

– Nosotros no teníamos una relación heterosexual, pero tampoco lésbica – respondió Raquel. De repente ella también se sentía triste -. Yo sabía que eras un hombre, aunque tú no me lo dijiste. Y a mí sí que me gustaba tu cuerpo, no necesitabas ocultármelo. Siempre me preguntaba por qué insistías en esconder una parte de ti. Había un lugar en tu alma, y un lugar en tu cuerpo, a los que no podía llegar ¡Y era sólo por esto! – Las manos de Raquel se levantaron, con las palmas hacia arriba, como si tratasen de acoger en ellas la esencia entera del hombre que tenía enfrente -. Ojala me lo hubieses dicho entonces.

Jaime y Raquel estuvieron charlando durante dos horas más y se separaron prometiendo volver a verse en unos días. Cuando se despidieron, Jaime se quedó con las ganas de coger las manos de su amiga, pedirle disculpas e invitarla que le tocase tanto como quisiera. Sin embargo ya era tarde. Veinte años tarde.

4 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. La Venganza del Señor Equis
    Ene 22, 2012 @ 22:14:21

    Reblogged this on La Venganza del Señor Equis.

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  2. virbox
    Mar 02, 2012 @ 23:16:03

    Me ha encantado la historia, muy emotiva, muy real. Me gusta como escribes 🙂

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    • Pablo Vergara
      Mar 07, 2012 @ 00:00:55

      Hola guapa, perdóname por haber tardado tanto en aprobar el comentario y responder… Me alegra que te haya gustado. Si a una escritora de categoría como tú le gusta, es que debe estar bien…

      No te extrañe que la historia sea real: está basada en una anécdota que me contó un conocido, aunque tomada desde la óptica de la otra persona.

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      • virbox
        Mar 23, 2012 @ 23:27:30

        No tienes q disculparte… Fíjate, yo tb llevaba siglos sin entrar por aquí, jeje 😉

        Mmmm… con lo de escritora de categoría te has pasado, jajaja, dejémoslo en «aficionada» 😉 Y tú escribes de lujo, por cierto…

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